Miro hacia el inmenso poder que tiene parir


Miro hacia el inmenso poder que tiene parir, parir tal y como se hizo desde el principio de los tiempos. Imagino la poderosa fuerza de la naturaleza creando los mecanismos biológicos para perpetuar la vida en la Tierra, la Vida creando organismos con cada vez mayor nivel de complejidad, cada vez más precisos, siguiendo algún tipo de propósito que desconocemos y que sólo en agraciados momentos podemos llegar a intuir. No es casualidad que al embarazo se le llame estado de gracia. No es sólo que el parto y el nacimiento sea un hecho que trasciende el plano biológico, es que la propia biología trasciende los límites de las influencias físicas y fisiológicas. En su inmenso afán por evolucionar la vida ha creado todo tipo de programas y sistemas biológicos que hacen que la vida sea, desde organismos unicelulares a complejísimos organismos adultos gestando y alumbrando nuevos organismos complejísimos. Las hormonas son un macadam de inteligencia; los aspectos de la vida sobre los que son capaces de influir son, sencillamente, todos. Pues no es tan solo que la Oxitocina anime las contracciones uterinas durante el trabajo de parto, es que influye en el sistema completo; para que podamos relajarnos y dilatar, para que seamos propensas al contacto, para que confiemos en los que nos rodean, para que sintamos amor. Todos y cada uno de estos estados tiene una expresión bioquímica, un tono emocional, tiene una postura, una luz especial en la mirada, un determinado ritmo cardíaco, una manera de respirar, una cualidad distinta en la voz, una actitud respecto al otro, una forma de entender lo que sucede, una atenuada velocidad del pensamiento, un estado de consciencia más amplio, más abierto, que permite en algunos momentos encontrar cierta sensación de completud, de unidad, de vínculo.
El proceso del parto es el momento en el que mayor cantidad de oxitocina hay en nuestro torrente vital. Más que en ningún otro momento, y no hay ninguna otra manera de acceder a él. El estado de gracia al que puede acceder una mujer a partir del proceso de parto fisiológico, aporta una experiencia de vida única, perfectamente programada en el sistema biológico humano. La oxitocina sintética lejos de no llevarnos  a este estado de consciencia y a este tipo de comportamiento, nos impide acceder a él, puesto que interrumpe radicalmente la secreción propia de la oxitocina cuando aparece el derivado artificial en nuestros receptores. La cadena de acontecimientos que no suceden a partir de este momento es humanamente catastrófica.
Sin embargo, la oxitocina sintética está presente en los protocolos de atención al parto sistemáticamente, también como primera opción a la hora de tratar dificultades intra y postparto. Quizás nos resulte algo complicado entender hasta qué punto estamos afectando la vida interviniendo de esta manera, pues no hemos aprendido a tener una perspectiva integrativa del ser humano,  hemos estudiado los sistemas aislados, más ningún sistema vivo está aislado; no hay emoción que no tenga un correlato corporal, ningún estado hormonal que no tenga un efecto comportamental, ningun sistema social independiente de cada uno de sus miembros.

En el nacimiento es donde se establecen las condiciones basales del sistema oxitocínico del bebé. Dicho de otra manera, es donde establece su capacidad para amar. La oxitocina sintética aplicada a la madre durante el parto afecta directamente a los receptores de oxitocina del bebé. Una ausencia de estado de oxitocina fisiológica de la madre, priva al bebé del primer encuentro tal y como la biología lo programó, priva a ambos de cierta profundidad en el vínculo, priva a todos los que están a su alredeador de empaparse de este estado de gracia al estar presentes en el encuentro entre dos seres que se sienten uno solo, que se reconocen desde lo profundo de su instinto, que comparten ésa gracia en cada mirada que dedican a los otros, en su manera de respirar, en su ritmo cardíaco.
La oxitocina es el programa que la vida creó para preservarnos a través del cuidado, el amor y la unión. Es una hormona profundamente tímida, delicada. Precisa de un entorno seguro e íntimo para manifestarse. Como cualquier acto de amor y sexualidad, el parto requiere de máxima delicadeza para poder ser plenamente lo que es. Requiere respeto del ritmo y el tiempo, del sonido, la luz y el olor del ambiente. Requiere de mucho tacto en el contacto. Requiere de confianza en ella, en su fuerza y su vulnerabilidad. Requiere respeto.

Seamos capaces, pues, de vislumbrar el poder de lo que es naturalmente. Seamos capaces de darnos cuenta que a veces vamos más allá del medio camino con nuestra intención de hacer nuestro trabajo, seamos capaces de volver a aprender la medida justa, la intervención justa. Démonos cuenta del efecto abrumador que puede tener protocolarizar la aplicación de oxitocina sintética también en la atención al parto en los países en desarrollo. Animémonos a imaginar el efecto que sin embargo puede tener desprotocolarizar la administración de oxitocina sintética en los paises desarrollados. ("")
Escuchemos la experiencia de mujeres que han vivido el pleno enamoramiento hacia la vida en sus maternidades, escuchemos el vacío sinsentido de las depresiones posparto. Escuchemos. Aprendamos. Intentémoslo.


Alicia Domínguez Diéguez  - Madrid 2014

Psicóloga perinatal y Doula por la salud primal